Internet ha transformado por completo los hábitos de consumo de cultura. Y lo que es más importante, ha eliminado las barreras técnicas de reproducción y copia en las que se basaba, hasta ahora, la industria de la cultura. El resultado es un duelo a muerte entre los usuarios, que desean mantener a toda costa el acceso gratuito a música, películas y libros, y algunas asociaciones de autores y distribuidores, que ven tambalearse su medio de vida.
La solución no es fácil. Para algunos, pasa por distribuir música gratis y volver al directo como fuente principal de ingresos para los músicos. Pero esa fórmula difícilmente puede servir para el cine o la literatura. Para otros, se deben impulsar las descargas legales a un precio atractivo.
El anteproyecto de ley de economía sostenible ha complicado aún más las cosas, si cabe, al prever un control sobre Internet que muchos internautas consideran inaceptable que pretende crear una propiedad intelectual sostenible, por la que no se puedan plagiar ideas y por la que se pueda respetar el derecho a la privacidad, pero también, por la que el Gobierno pueda acceder a la forma de expresarse de todos los usuarios de Internet.
Las primeras páginas perseguidas por la SGAE serán aquellas que faciliten las descargas de archivos, especialmente películas y música cuando el 90% de la población se baja arhivos de Internet porque para eso nos hacen pagar el canon digital... ¿Hasta cuándo nos van a seguir robando?
Las primeras páginas perseguidas por la SGAE serán aquellas que faciliten las descargas de archivos, especialmente películas y música cuando el 90% de la población se baja arhivos de Internet porque para eso nos hacen pagar el canon digital... ¿Hasta cuándo nos van a seguir robando?
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