El chico protagonista (Sergi López) tenía un parecido razonable y gracioso con Shrek, cosa que me hizo sentir una especial dulzura hacia él. Me enteré de que el actor era el cuñado de la directora catalana y también me hizo gracia.
Coixet sigue con su perseverancia a la hora de utilizar personajes solitarios y extraños como protagonistas, aunque considero que éstos son diferentes. Riu, la protagonista japonesa tiene un encanto oriental -claramente- que no se podría encontrar en ningún lugar de Europa: ese silencio sepulcral con el sonido de fondo de fideos que se absorben haciendo ruido, esa elegancia al moverse, esa mirada que esconde tanto...
Aunque en el fondo todos somos personas, y por tanto, la esencia nos une.
Esta vez, me pareció que realmente Coixet está obsesionada con el sexo; nuestro carnal y placentero acto animal nunca había gozado de tanto protagonismo hasta el momento en ninguna de sus anteriores películas.
De todas formas, no me molesta en absoluto ya que tengo mi propia visión del sexo muy presente en mi vida.
Un largometraje de tantos otros, raro, lento, intenso, surrealista. Podría ser la vida de cualquiera, pero sólo es ficción, solamente cine.
En resumen: me llegó y os la recomiendo si sois fanáticos del cine algo "rarillo".